sábado, 12 de marzo de 2011

La broma nos sale cara

EDITORIAL DE LA GACETA

Decía Abraham Lincoln que no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo. El Gobierno español lo ha intentado, pero ha terminado comprobando que la realidad acaba siempre por imponerse y, en este caso, por aplastarnos. Una a una van cayendo todas las falsedades con las que el Ejecutivo esperaba engatusar a los inversores y a los Gobiernos extranjeros. Ni el conjunto de las autonomías ha cumplido con los objetivos de déficit establecidos para 2010 ni nuestro sistema financiero puede reputarse como el más sólido del mundo. Al contrario, las agencias de calificación han puesto de manifiesto nuestras vergüenzas: el despilfarro autonómico representa el gran lastre de la solvencia del Estado y nuestro sistema financiero, muy en especial las cajas de ahorros copadas por los políticos, requiere de al menos 40.000 millones de euros para cubrir el boquete financiero que han generado sus malas inversiones. Esta mascarada socialista, sin embargo, no nos resultará inocua. Con sus reiterados engaños, Zapatero ha desaprovechado los mejores momentos de que disponíamos para captar capital y reestructurar nuestro sistema bancario. Ahora, una vez desacreditados por mendaces ante los ojos de los extranjeros y degradados reiteradamente por las agencias de rating, tenemos que salir a los mercados a captar miles de millones de euros destinados a seguir financiando los derroches autonómicos y a salvar de la quiebra a esos cortijos políticos llamados cajas de ahorros.
Una operación que en absoluto nos saldrá barata, pues cuanto mayor es la desconfianza en nuestra economía –y mientras Zapatero y sus cuates socialistas sigan en el poder, esa desconfianza no hará más que crecer–, mayores son los tipos de interés que deberemos ofrecer para convencer a los prudentes inversores extranjeros de que nos confíen sus ahorros. Grecia, Irlanda o Portugal ya han experimentado qué significa padecer unos tipos de interés por encima del 7%, tortuoso vía crucis que suele concluir en la suspensión de pagos del país.
En nuestro caso, semejante catástrofe conllevaría muy probablemente el fracaso del euro y de la integración europea, motivo por el cual nuestros acreedores y socios comunitarios, en especial Francia y Alemania, llevan meses evitando que nos despeñemos. Mas ninguna paciencia es infinita y si el Gobierno sigue vendiendo el gato de sus camelos reformistas como si fueran liebres de profundas liberalizaciones, la red francoalemana de la que hemos disfrutado durante el último año desaparecerá.
Ahí está la elevadísima tasa de inflación del 3,6%, muy por encima de la media comunitaria, como síntoma de la inoperancia socialista a la hora de eliminar los corsés que impiden a nuestra economía recuperar competitividad. El desaguisado de nuestro mercado energético (estrellado contra el carísimo despropósito de las renovables) y de nuestro mercado laboral (controlado por unos sindicatos cuyas políticas izquierdistas son las culpables de nuestros cinco millones de parados) imposibilitan que podamos generar empleo de calidad con el que producir bienes y servicios competitivos. Nos abocamos a un escenario estanflacionista, el peor de los mundos imaginables: estancamiento con inflación.
En estas condiciones y con este desnortado capitán, ¿quién le prestará dinero a España? Cada vez nuestras opciones son menores y a Zapatero aún le resta un larguísimo año en La Moncloa para terminar de hundirnos... si un adelanto electoral no lo remedia.

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